Después de tanto tiempo, hemos vuelto a chocar nuestras copas, atrás han quedado viejos cuentos de infidelidades, desprecio y desconfianzas, tu seguiste tu camino, yo me quedé en el olvido y los dos como ninguno construimos un ocaso que estalló en mil colores cuando nuestro Sol se ocultó, hoy me sorprende ver que te miro y no te odio, será porque he comprendido que fui victima de las mentiras de seres envidiosos, me sorprende ver que tu también sonreíste cuando me miraste, y hasta me aceptaste una invitación al viejo bar que fue testigo mudo de nuestras intimidades. Ahora levantamos nuestras copas para brindar por el excelente médico que cierra cualquier herida, el Señor Tiempo, ese tío que bonachón se complace en enterrar en el cementerio del olvido cualquier ofensa por profunda que esta sea, ¿su método? Un poco de separación, un poco de no saber, mucho de perdón, se mezcla todo y se pone a remojar en una solución de pedazos de vida tratando de recomponerse, y EUREKA, e aquí que después de mucho o de poco, las lejanas ofensas solo parecen un pequeño recuerdo de un no se que, y tampoco se cuando.
Abres tu boca como esperando un beso, yo también quiero dártelo, pero vamos a esperar un poco, quizás con los vapores del alcohol podamos terminar de borrar aquella noche de lagrimas y despedidas, de rencores y agresiones y de tantas otras cosas, que ocurrieron porque tu, o quizás yo, o tal vez los dos, nos dejamos influenciar por ya no me acuerdo quien o quienes, espera un poco.
¡Mesero, tráiganos dos copas más, esta noche ahogaremos en licor al asesino de nuestro amor, mañana nuestras sabanas serán el emblema único valedero del triunfo del Perdón y la reconciliación, dos copas por favor!
Entre las múltiples máximas que me he creado para andar por la vida, una de ellas es: “El mejor aliado de las causas perdidas es el tiempo.” El discurrir del tiempo minimiza la virulencia del momento. Te felicito por la hermosa manera que tienes de expresarte. (“Monólogo del reencuentro”, de Eddy García)