En esta mañana soleada, repantigado en el sofá, estoy leyendo ‘Cinturón de castidad’ de Dino Segre, mas conocido por Pitigrilli. Interrumpiendo la jocosa y cáustica lectura, mi mujer, que acaba de llegar de la calle, me entrega una carta del banco que ha recogido en el buzón. La abro de inmediato y leo que por derechos de unos títulos me pagan 2.97 €, y por la cobranza de esos derechos el banco percibe 2,40 €, por lo qué me queda líquido 0,43 €.
Acabo de leer, y una estentórea carcajada alerta a mi esposa, que intrigada de que una carta bancaria me produzca tal hilaridad, pregunta:
-¿De qué te ríes?
-Verás –le explico:- había una vez un gourmet que ilusionado compro un pollito. Con dedicación y cariño lo fue alimentando y cuidando con la ilusión puesta en el momento en que crecido y tierno lo convertiría en opíparo manjar. Cuando llegó ese momento, por ser persona muy pusilánime, lo entregó a un matarife para que lo sacrificara. Su sorpresa fue inaudita cuando aquél solo le devolvió los huesos del animal, diciéndole que la carne y las plumas eran el precio de su trabajo. Me he reído por no llorar, ante la burla que supone que quién realiza una labor subordinada se lleve todo el beneficio que corresponde al principal. Ello me hace pensar que tal vez sea conveniente en que cambie de matarife.
Félix: Los bancos no existen para que tú ganes dinero. Existen para que sus dueños ganen con tu dinero. Abrir una Cuenta de Ahorros produce un solo interés... el de los banqueros porque la abras. Con las Tarjetas de Crédito y/o Débito sucede que es muy cómodo llevarla, no ocupa espacio y puedes llevar millones, no hay imprevistos que no se puedan solventar; salvo el infarto al recibir el resumen. Los bancos que más me agradan son los de las plazas, donde puedes abrazar a una bonita ragazza. Joaquín