En una pequeña cabaña de un apartado pueblo, vivía un señor llamado Víctor, aunque todos los pobladores lo llamaban Don Víctor, el cual era una persona de pocas palabras y muy amigo de la naturaleza, en especial de las plantas.
Don Víctor sembraba casi todos los días del año, los alrededores de su cabaña estaban rodeados de un espeso bosque de árboles frutales, árboles de sombra y diversidad de arbustos y flores. Aún así, Don Víctor seguía plantando y plantando, hasta el punto que ya su cabaña apenas podía divisarse, ya que estaba sepultada entre la espesura boscosa y las hojas y ramas secas que caían de los árboles. El piso no se veía, habían hojas en el alero, en las ventanas, en las puertas, en el cercado, hojas y hojas que arrastraba el viento de un lugar a otro creando inmensos remolinos en torno a la pequeña choza.
Una tarde un niño se acercó a la choza de Don Víctor y lo encontró en cuclillas, como de costumbre plantando flores, entonces el niño le preguntó: “¿Don Víctor porqué usted siembra tanto?, y sin esperar respuesta le lanzó la segunda pregunta: “Si tanto le gustan las plantas, ¿Por qué no recoge la basura que producen??.
Don Víctor interrumpió su actividad de sembrado, se levantó, y sonriendo le dijo:”Estoy cumpliendo una promesa con la vida...Hace muchos años prometí que por cada acción que la gente acometiera contra mí yo en respuesta sembraría árboles y flores; y por cada buena acción que reciba, entonces a manera de pago recogería la hojarasca dejada por las plantas”. Luego hizo un breve silencio y continuó:”Ya ves, estoy cumpliendo mi promesa”.
El niño entendió el mensaje y se alejó tristemente moviendo su mano en señal de despedida, y Don Víctor, asomando la cabeza por encima del cercado le gritó mientras el niño se alejaba:”Pero no te preocupes, hoy recogeré todo”.
Jajaja, muy bueno, yo creo que le dijo eso al chico para no estropearle su inocencia nada más, ya que tardaría años limpiar la hojarasca.