A veces desaparece gente. Porque sí, sin dejar el menor rastro y desconcertando a vecinos y familiares. Generalmente se trata de personas que viven solas, commo tú.

Las extrañas desapariciones suceden por la noche, como ahora, porque el diablo se ayuda de las sombras.

Nadie sabe dónde van ni qué ocurre con ellos, si sufren, si están vivos o si se los ha llevado el mismo diablo. Pero lo que siempre se encuentra es un libro abierto, caído en el suelo junto a la cama deshecha y un frío intenso en sus cuartos. A veces el viento trae una macabra risa que pocos soportan escuchar sin cruzar el umbral de la locura. Es la risa de Jan.

Lo cierto es que no me gustaría estar donde están ellos, porque ya serán por siempre almas en pena, pues yo conozco la historia y creedme si os digo que es la más terrorífica y escalofriante de cuantas podáis escuchar.

Todo ocurrió hace mucho tiempo, cuando el joven Jan adquirió el libro en la vieja tienda de antigüedades que ya no existe hoy. Nunca supo porqué lo compró; simplemente se sintió atraído hacia él por una fuerza irresistible y sobrenatural. Dubitativo, Jan lo llevó a su casa y lo escondió durante algunos meses. Ya lo tenía casi por completo olvidado, pero sucedió que una gélida noche invernal Jan se hallaba aburrido, poseído por el tedio en su casa; la gran tormenta que azotaba la ciudad impedía cualquier entretenimiento exterior, y así Jan, entregado al paso lento de los segundos, abrió el baúl donde yacía olvidado el libro oscuro, enorme y serio. Lo sacó de allí temeroso, entre relámpagos, mientras la violenta lluvia arreciaba contra el cristal de la ventana como una advertencia.

Atraído por el poder oculto del libro Jan lo hojeó a la luz de una vela recién pasada la media noche, como ahora. Lo que allí vio le produjo el más intenso de los horrores. Se trataba de dibujos de formas humanas deformadas grotescamente con los rostros descompuestos en el paroxismo del dolor y el horror, y lo que era más increíble, parecían cambiar de posición según Jan las volvía a mirar.

Un estentoreo trueno inmovilizó a Jan, que se refugió horrorizado con el libro en su cama. Entonces se hizo la oscuridad al extinguirse la escuálida luz de la vela por un gélido viento sobrenatural. Un sudor frío bañaba su cuerpo, que parecía menguar. Antes de perder el conocimiento pudo ver cómo del libro emanaba una potente luz y escuchó el murmullo de cientos de lamentos agonizantes.

Al día siguiente su madre entró en el cuarto y se extrañó de que Jan no estuviera allí. Sólo encontró la cama revuelta y un libro extraño, como éste que tienes en tus manos, encima de ella. Murió en el acto al ver en la última página el rostro retorcido y macabro de su hijo Jan, conocedor del pánico más absoluto.

Pero aquí no acaba la historia de Jan, porque él sigue vagando en forma de espíritu en busca de jóvenes que, al caer la noche, por aburrimiento o por devoción, se entregan a la lectura en sus cuartos solitarios. Y si mientras lees esto sientes un soplido gélido en la nuca y sientes que no estás solo, nunca te gires, pues podrías ver de frente al macabro Jan, que esta noche ha ido por ti y te aprisionará por siempre jamás en el libro del terror del dolor eterno. ¡¡NO OS GIRÉIS, PUES OS DIGO QUE AHORA MISMO ESTÁ DETRÁS VUESTRO!!