- ¡Apaguen ese despertador!..., - gritó Diego - , ¡quiero dormir!...

Diego se movió entre sus sábanas, intentando ignorar el desesperante sonido del despertador de su hermana, que por alguna razón no lo apagaba. Finalmente decidió levantarse y acabar él mismo con el ruido. No pudo evitar mirar el reloj, con esfuerzo notó que eran las cinco de la mañana – No puedo creer esto – pensó con rabia. Sentía la cabeza del tamaño de un planeta y le dolía mucho, no recordaba a que hora se había acostado, pero sabía que no llevaba mucho durmiendo. Por fin terminó levantándose y yendo a tientas en la oscuridad al cuarto de su hermana. El reloj seguía su incesante sonido, que retumbaba como tambores en el cerebro de Diego.

Al llegar al cuarto de su hermana Diego no pudo evitar gritarle – Oye!, ¿es que te volviste sorda?. Diego notaba el bulto de su hermana dormida bajo las sábanas, - oye! – Volvió a gritar mientras encontraba el switch, lo encontró después de un momento y prendió la luz, sus ojos no daban crédito a lo que veían...

... Su hermana estaba totalmente cubierta por las sabanas, pero la sangre se había filtrado por ellas y se notaba fácilmente desde donde estaba Diego, su respiración se detuvo por un momento, pero se recuperó rápidamente, caminó hasta donde estaba su hermana y sin pensarlo retiró de un halón la sabana, tardó en asimilarlo pero cuando lo hizo casi vomita, su hermana ya no lo era, ahora era un montón de carne sangrante que no tardaría en descomponerse. Corrió a contarle a su madre, en la carrera se dio un fuerte golpe en la canilla, pero no era momento de quejarse siguió corriendo con una rara sensación en su corazón, estaba seguro de que algo había ocurrido también con su madre...

Nunca se había sentido tan mal por tener la razón, había pedazos de su madre por todas partes, y su cabeza lo miraba desde el televisor. En ese momento no pudo contenerse más, el terror y el asco fueron más fuertes, ahí mismo trasbocó y parecía que iba a devolver hasta la leche materna...

Pero, ¿qué había pasado?, ¿qué era todo eso?, ¿un mal sueño?. No quería aceptarlo, pero no estaba dormido, era la cruda y absurda realidad. La noche anterior había llegado muy tarde, después de una tremenda celebración de su cumpleaños donde, claro, el licor parecía salir de la nada. En medio de su borrachera ni siquiera recordaba cómo había llegado a su casa. Ahora no podía dejar de pensar que seguramente cuando había llegado todo este desastre ya estaba hecho y él sencillamente se había acostado a dormir...

Sus piernas empezaron a flaquear, con sus últimas llegó a la sala y se sentó en el sillón más grande, se sentía enfermo y confundido como nunca en su vida. El corazón casi se le sale de por la boca cuando su hermana, la misma que acababa de ver muerta y desollada, apareció en su campo visual con una amplia sonrisa que pronto se volvió una carcajada.

- Feliz cumpleaños – dijo – querías un cumpleaños diferente – y pensé en hacerte una buena broma, ¿ qué te pareció?.
Diego no sabía que decir, era la peor broma que le habían hecho en su vida, pero al mismo tiempo era la mejor broma que hubiera visto, - De hecho – pensó – sería muy graciosa si no hubiera sido yo la víctima, y se unió a las risas de su hermana.

- Debo reconocer que me creí todo, pero cuéntame una cosa, ¿cómo hicieron lo de mi mamá?.
- ¿A que te refieres? – preguntó su hermana.
- Pues al montaje que hicieron con mi madre, de donde sacaron las partes de humano tan realistas, la verdad es que la cabeza quedó perfecta, en serio parece mi mamá.
Su hermana, dejó de reírse, y empezó a cambiar de colores, pasó de un rojo provocado por las carcajadas a un blanco intenso que contrastaba con toda la sangre falsa que tenía untada en el cuerpo.
- ¿Qué quieres decir con eso?, ¿es una broma cierto?, mi madre no está en la ciudad, hace una semana se fue a un viaje de negocios, ¿es que no lo recuerdas?.
No, lo único cierto es que Diego no recordaba eso.